¿Qué dice Lazzarato sobre Imperio de Negri y Hart?

Víctor Valdivieso.

10/8/20256 min read

Estados Unidos no se preocupó por construir la máquina global, sino por comandarla y usarla para explotar al proletariado mundial exclusivamente a su favor, para vencer a sus competidores económicos y políticos. No estaban construyendo un capital cosmopolita, sino sirviendo a los intereses del capitalismo y del Estado estadounidense.

                                               Maurizio Lazzarato

                                                                                                                                                          

En la Fundación Walter Benjamin emprendimos el camino de estudiar parte de la obra del filósofo italiano Maurizio Lazzarato. En este momento reflexionamos y debatimos en torno a su libro Guerra o Revolución del año 2022. En este ciclo específico de lectura trabajamos el capítulo cinco que trata sobre la globalización, la máquina de guerra, el imperio o el imperialismo. Pues bien, este texto, en particular, expondrá su segundo acápite titulado Imperio.

Imperio, grosso modo, es una discusión con la obra que lleva el mismo título y que fue escrita por los pensadores Antoni Negri y Michel Hardt. Según Lazzarato (2022), los autores en mención sostienen que el capitalismo colectivo, contemporáneo, tiene una nueva estrategia, una nueva fase, el Imperio, que se opone al Imperialismo, este último tematizado por Lenin y demás pensadores marxistas. En el imperialismo los Estado-Nación tienen una función central en la dinámica de acumulación del sistema, puesto que “(…) las divisiones rígidas que impone (fronteras, intereses nacionales, lógicas soberanas) no favorece, sino que bloquea el desarrollo del mercado mundial” (p. 108). En el Imperio esto no funciona así.

Superando las “trabas” del Estado, y casi extinguiéndolo, el Imperio es una máquina global, desterritorializada, sin soberanía “nacional”, que a partir de los años setenta del siglo pasado se hace cargo del orden mundial. Dice Lazzarato (2022) que su governance suplanta o más bien desplaza a los gobiernos nacionales de los Estados imperialistas, imponiendo un nuevo y único centro de poder. Pero, ¿quiénes son?, ¿acaso una nueva oligarquía de corporaciones u organismos trasnacionales, al estilo FMI, BID, OCDE, ONU, MICROSOFT, etc.? Esto, aún no queda claro, pero por lo menos es lo que podemos inferir.

En todo caso, el Imperio, al igual que el concepto de Máquina de guerra propuesto por Deleuze y Guatarri, crea un espacio y un mundo lisos, “(…) siempre abiertos, en los cuales las viejas fronteras imperialistas “colapsan” y los Estados-nación “entran en crisis” (“el Estado político se deteriora”, dicen DG)” (Lazzarato, 2022, p. 108). Lo que significa que hay una apertura o una pérdida de soberanía de los Estados y por tanto estos ya no ejercen ninguna función regulatoria. Las fronteras ahora, en lugar de significar un límite, o el corte para, por ejemplo, una guerra arancelaria, ahora son ocasiones de libertad. Con la fase del Imperio dichas fronteras se superan. En consecuencia, según la lectura que hace Lazzarato (2022) de Negri y Hardt, con el Imperio se instala una forma de poder pluralista de libre comercio caracterizado por la paz, “(…) no en el sentido de que no haya más guerras, sino porque el Imperio es capaz de evitar los grandes conflictos entre imperialismos del orden mundial precedente” (Ídem).

En el Imperio la governance “se negocia” entre Estados y sujetos no estatales en aras de crear o generar estrategias o nuevos dispositivos de poder que determinan las decisiones políticas. En ese sentido, “(…) El poder soberano es sustituido por una “pluralidad de polos” y una corriente continua de actividades transnacionales, destinada a la construcción y a la experimentación de nuevas normas, prácticas regulatorias, procedimientos de gestión” (Lazzarato, 2022, p. 109).

En medio de esto, nuestro autor italiano lanza una crítica despiadada contra Negri y Hardt, sugiriendo que ellos parecen estar fascinados por este mundo regido por el capital -o sea, sus largas cadenas de valor y sus libres flujos financieros-, donde el Estado, lejos de regular, parece acompañar -no sé si garantizar- estos movimientos. El Estado no regula ni limita, sino que deviene servil de las corporaciones. La economía ahora, en el Imperio, se vuelve más autónoma, más libre respecto a los controles políticos.

Ahora bien, Lazzarato (2022) arguye que esta idea de Negri y Hardt hace aguas ante fenómenos imperialistas, de luchas por los recursos y el capital entre Estados, como los de la guerra en Ucrania, puesto que el Imperio supone una pacificación y una oposición entre el Capital y el Estado… “(…) la incompatibilidad entre la inmanencia del poder del primero y la trascendencia del poder del segundo. El poder trascendente del “soberano” sería sustituido progresivamente por la “axiomática” del capital, es decir, por la máquina de producción y medición del beneficio” (p. 109).

Siguiendo con el argumento, el autor hace una comparación entre la máquina de guerra de Deleuze y Guatarri y el Imperio de Negri y Hardt, en el sentido de que ambos conceptos subordinan -diría mejor, deprecian- el papel del Estado en el mundo contemporáneo. Creen que la incompatibilidad entre el Estado y el Capital se resuelve por la globalización del mismo capital que doblega al viejo Leviatán. El capital diluye a los viejos Estados recalcitrantes.

Lazzarato (2022) dice que cuando EEUU quiere imponer su hegemonía mundial, Negri y Hardt argumentan que obedece no a la dinámica propia del capitalismo actual, sino a un intento de golpe de Estado americano contra el Imperio, eso sí dirigido por idealistas o neoconservadores. Sea plausible o no dicho golpe de Estado, lo cierto es que, contra la teoría del Imperio, las guerras americanas contra Rusia y China muestran a las claras la vigencia del imperialismo.

Para nuestro autor la teoría del Imperio no interpreta correctamente al capitalismo y la guerra, de hecho, dice que Negri y Hardt caen teorías torpes sobre esto, porque creen que el capitalismo no apelaría ni a la guerra ni al imperialismo pues estos obstruyen, bloquean o estancan la producción de beneficios. En el imperio la guerra fracasa como estrategia de control, por eso el camino adecuado es el de las finanzas. Para reforzar esta idea cita a Negri y Hardt cuando dicen que:

La solución militar “ha sido adoptada y ha fracasado en gran medida” (en Irak, en Afganistán, en la guerra contra el terrorismo, etc.). Una “sociedad en estado de guerra [puede] quizás funcionar a corto plazo, pero a la larga mina la productividad sobre todo en una economía biopolítica en la cual la libertad, la comunicación y las interacciones sociales son absolutamente necesarias”. La “aristocracia global”, el actual “capital colectivo”, que ha “contribuido a poner fin al unilateralismo” de los imperialismos, elige “la opción financiera, considerablemente más eficaz que la guerra” (Lazzarato, 2022, 110).

Ahora bien, aunque esto se escribe en 2009, los acontecimientos lo desmienten. Ha sucedido todo lo contrario. Las finanzas no son capaces de controlar los cambios y las fluctuaciones del mercado. De hecho, la crisis del capitalismo del 2008 fue salvada por la intervención del Estado. Las empresas ni las finanzas logran poner en marcha la economía, en cambio, según nuestro autor, la guerra sí. En la globalización actual:

“(…) la financierización fracasa, la mundialización pierde velocidad y empieza a cerrarse, a dividirse según lógicas más políticas que económicas, la guerra entre imperialismos estalla. Rosa Luxemburgo también lo había escrito: el capital, “teniendo la tendencia a convertirse en forma única mundial, fracasa por la incapacidad interna de su desarrollo” (Lazzarato, 2022, p. 111).

Entonces, ¿por qué el capital no puede convertirse completamente en mercado mundial? Porque, para nuestro autor, el capital no puede separarse del Estado. Un Estado mundial lo percibe Lazzarato (2022) como un contrasentido, por esa razón no puede realizarse la idea de una sola máquina de guerra o la del Imperio. El capital necesita del poder soberano, de los Estados, en el inicio, en el medio y en el fin del ciclo de acumulación. Sus “tenazas” son condiciones de posibilidad para la acumulación. Por eso es que el Estado es insustituible, “(…) sobre todo en los períodos de transición donde el conflicto entre las clases y entre los Estados se afirma con toda su violencia” (Ídem). El capital, per se, no comanda las guerras, lo hacen los Estados, en mano de las clases dominantes. Por sí solo, sin el Estado, “(…) El capital no es capaz de organizar el bombardeo al Palacio de la Moneda o de garantizar miles de detenciones, torturas, asesinatos durante las guerras civiles sudamericanas” (Ídem). Tampoco, respecto a la moneda, el capital por sí mismo puede dictar la inconvertibilidad del dólar en oro, puesto que esto no es una decisión estrictamente económica sino política.

El hecho de que el dólar sea la moneda dominante también controvierte las tesis del Imperio, ya que esta es la moneda nacional de los Estados Unidos, y aunque funciona como una moneda internacional, siempre lo hace en favor de este Estado-nación, de su soberanía. El dólar es “(…) una moneda abiertamente “imperialista” (indexar en dólares la deuda y la moneda de los Estados más débiles es una evidente política de guerra contra el proletariado de estos países)” (Ídem). Para reafirmar esta tesis, Lazzarato (2022) cuenta que Brzezinski, quien fuera consejero de seguridad nacional del presidente estadounidense Carter, advertía que todas las instituciones, órganos y agencias internacionales, entre ellos el FMI y el Banco Mundial, deberían ser la columna vertebral del imperio. Siempre son funcionales a los intereses de EEUU.

Cierra este acápite nuestro autor hablando sobre la guerra. Primero dice que cada que el dólar pierde terreno, el Estado, con todo su poderío militar, entra a salvaguardar los intereses nacionales de EEUU. Negri y Hardt, dice Lazzarato (2022), no ven la guerra como una condición inherente al capitalismo, no la entienden como una condición ontológica de la existencia misma del capital y la acumulación, sino la ven de modo coyuntural. Quizá como anomalía, o como una opción indeseable, que a veces aparece, pero tiende a desaparecer para proteger los business.

Referencias

Lazzarato, M. (2022). Guerra o revolución. Porque la paz no es una alternativa. Buenos Aires: Tinta Limón.