
MARX Y EL SUICIDIO
Victor Valdivieso
3/14/20259 min read
Uno de los temas más candentes de la actualidad tiene que ver con el suicidio. Las altas cifras de intentos por quitarse la vida así lo demuestran. No más en Bogotá, para el primer semestre del año 2023, hubo 18.909 casos de “ideación suicida”[1]. Según lo registra el Observatorio de salud: “Del total de los casos presentados, el 65,75% (n=12.433) se presentaron en mujeres y la mayor concentración de los casos se ubican en los grupos de edad de adolescencia con el 34,75% (n=6.570) y juventud que representa el 30,34% (n=5.737)”. Datos alarmantes que dan cuenta que esta es una opción recurrente, sobre todo entre las mujeres y entre los más jóvenes de nuestra sociedad.
Las razones de estos registros pueden ser múltiples. Quizá porque el suicido es una posibilidad rápida, no sé si cobarde o valiente, de acortar los pesares de la vida. Quitarse la vida puede ser, pese a todo el estigma, una escapatoria; un éxodo libre de este valle de lágrimas. O tal vez obedezca a un impulso ligero ante nuestra debilidad emocional. Sea falta de carácter. Pocas dosis de resiliencia ante los infortunios de la cotidianidad. En fin.
Este es un tema abierto a la reflexión y la discusión. Es una preocupación que está a la orden del día no solo porque queremos, como sociedad, comprender el fenómeno, sino también porque importa brindar alternativas: bien sea para mitigar los casos o simplemente para desmitificar la cuestión. Así lo hacen los psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, profesionales de la salud y hasta los filósofos.
Pensar el suicidio.
Aunque parezca una rareza, un pensador de la talla de Karl Marx se ocupó de este tema en 1846. Para el filósofo alemán, grosso modo, el suicidio es una consecuencia, apenas normal, del infortunio existencial que se produce en el capitalismo. Un sistema que por naturaleza resulta ser injusto, oprobioso e infame.
Sobre el texto que escribió, dos son las ediciones más autorizadas en español que han revelado las reflexiones de Karl Marx sobre un problema social que, para su época, más que público, era un asunto del ámbito privado. La primera edición apareció en el año 2012 bajo la publicación de El viejo Topo, traducida y comentada por Nicolás González Varela. La otra edición, también del año 2012, fue publicada por la editorial Las Cuarenta. Esta vez, con la traducción y la introducción de un estudio preliminar por parte de Ricardo Abduca. Como yo lo veo, estos datos permiten vislumbrar que es un texto poco difundido por la academia e incluso por los círculos de estudios que se asumen marxistas.
Acerca del suicidio llama la atención por las menciones a la cotidianidad humana. Es un libro destinado a la vida y no a las abstracciones filosóficas ni a las fórmulas económicas[2]. En la edición que trabajó Abduca (2012), se leen tres textos inéditos de Marx. El primero, Peuchet: sobre el suicido. Este acápite, en verdad, es una reseña o una traducción comentada que hizo el filósofo de Tréveris acerca de los informes policiales de París escritos por Jacques Peuchet. El segundo texto, titulado como El encarcelamiento de Lady Bulwer Lytton, trata del confinamiento a un sanatorio que padece esta mujer, por parte de su familia, sin siquiera tener desórdenes psiquiátricos. Lo que allí relata Marx, anticipándose a Foucault, es la proliferación de enfermos mentales, o gente desahuciada (indigentes, pobres extremos, enfermos, etc.) que se aislaban o se confinaban lejos de la gente “normal”. De esta reflexión se desprende el tercer texto, el cual bien podría ser la continuación del encarcelamiento de Lady pues Marx se centra en el análisis del Aumento de la demencia en Gran Bretaña. Lo que se muestra en este ensayo es una de las paradojas o contradicciones más efectivas en el capitalismo, a saber: entre más aumenta la riqueza en una sociedad, más aumentan los miserables que la componen. Dice Marx (2012): “Quizás no hay hecho mejor establecido en la sociedad británica que el de la correspondencia entre el crecimiento de la riqueza moderna y la indigencia. Cosa curiosa, la misma ley parece confirmarse respecto a la demencia” (p. 117).
Ahora bien, como el problema no es la demencia –aunque esté en el texto- sino el suicido, me ocuparé solo del primer escrito que aparece en esa colección llamada Acerca del suicido. Esta reseña muestra, como lo dice Abduca (2012) resaltando a Michel Lowy, la vida privada y los casos concretos de seres que deciden acabar con su vida. Es un Marx distinto, no está atacando al Idealismo Alemán, ni polemizando con Hegel, ni tampoco ajustando cuentas con Lassalle. Todo lo contrario, el objeto del texto es mostrar las circunstancias menesterosas que padecían, en especial, las mujeres de la época. Es más, el relato de archivo policial de Peuchet muestra el caso de tres mujeres, un tanto anónimas, que se suicidan por diversas razones.
Como contexto del ensayo, nos dice Abduca que:
“Este texto sobre el suicido, escrito en Bélgica, corresponde a un momento del itinerario de Marx que va de su estancia en París a la explosión del 48 y su exilio final en Londres. De la crítica de Bauer a la crítica de Proudhon. Es, en términos más amplios, de la crítica a Hegel a la crítica de la economía política. En ese tránsito se ubica este texto.” (2012, p. 14).
El ensayo se publicó originalmente en una revista socialista llamada Gesellschaftsspiegel (Espejo de la Sociedad). Una revista de educación proletaria y propaganda obrera. Se dice que el texto se tradujo y se reseñó con la idea de mostrar a Friedrich Engels, su amigo y camarada entrañable, y a Moses Hess, las vivencias cotidianas del ser humano en el sistema capitalista.
Según Abduca (2012), para Marx el texto de Peuchet muestra un problema social, como el suicidio, desde muchas variantes. Al igual que la polémica que desató contra Bruno Bauer Sobre la Cuestión Judía, Marx quería evidenciar y mostrar a los suyos –socialistas- que el ejercicio del pensamiento, de la filosofía, tiene que devenir crítica social y no crítica metafísica. Es decir, debe ocuparse de las relaciones sociales de producción, de las formas de explotación, de las consecuencias –como el suicido- de la miseria, de la pobreza extrema, del hambre, de las enfermedades intratables por la escasez, etc., y no de las cosas “del más allá”. Así se lo decía a Bauer, el problema no era la crítica religiosa, sino la crítica social. El asunto con los judíos, no era que se les reconociera su religión y así encontrasen una forma de emancipación política en medio de un totalitarismo cristiano, sino que se emanciparan en tanto seres humanos, incluso de las relaciones con el Estado que fungía como árbitro en medio de la explotación. En eso estriba la importancia de la traducción comentada.
Como lo señala Abduca (2012), para Peuchet, cosa que comparte Marx, las razones del suicidio tienen que ver con la influencia del desempleo y la miseria. Pero también potencian el suicidio cosas como la deshonra, la desdicha, la injusticia, etc. Por eso decía que:
La cifra anual del suicidio no es sino un síntoma de la organización defectuosa de la sociedad moderna, ya que, en tiempos de hambrunas, de inviernos rigurosos, el síntoma siempre es más manifiesto, de manera que toma un carácter epidémico en momentos de desempleo industrial y cuando sobrevienen las bancarrotas en serie. (Marx, 2012, p. 66).
El texto de Peuchet habla de algunos casos concretos que le llegaron a su despacho policial sobre el suicidio. En especial el de tres mujeres. El primer caso es el de una mujer, hija de un sastre, quien en breve iba a esposarse. Parece ser que, en la fiesta de antesala a la boda, decidió quedarse –arrastrada por el calor del licor y el placer- a dormir en casa de su amado. Pero lo hizo sin consentimiento de sus padres. Al otro día, al volver a casa, se encontró con la reyerta moral que le armaron sus familiares. Según ellos, el nombre de la familia se había mancillado. La mujer, sometida al escarnio público, decidió quitarse la vida antes que cargar con el lastre de la indignidad. No había cometido ningún “pecado”, ni ningún delito, pero antes de estar en la palestra por inmoral, consideró que era mejor morir. Pues bien, lo que ahí se deja entrever es la importancia y la influencia de las relaciones sociales y los dogmas de la cultura en el destino de nuestras vidas. Hoy ese tipo de deshonra es irrelevante, pero para la época y sus códigos morales era una cosa intolerable. Gravísima.
La segunda historia cuenta el cautiverio que padeció una mujer por parte de su esposo, un hombre celoso que le impedía salir a la calle a ver a otros hombres. La volvió prisionera de él, de sus celos y sus afecciones psicológicas. Ese encierro, esa presión marital, la condujo al suicidio. Ella se mata y el cuñado, un hombre que la amaba silenciosamente, denuncia al marido –o sea a su hermano- por conducirla a la muerte. También, el amante silencioso solicitó que no le entregaran el cuerpo inerme de su amada al verdugo. Peuchet, comprendiendo la situación, aconsejó el silencio para evitar la duda sobre la concupiscencia entre el cuñado y la mujer. Aquí, la pérdida de valor de la vida, la imposibilidad de escapar del encierro y el dominio patriarcal la condujo a renegar de la existencia. Cabe agregar que para la época la mujer era dependiente absoluta, económica y tutelar, del marido. Hoy la cosa es un poco distinta, pero para entonces, la mujer era una propiedad del hombre, o así se concebía.
La tercera historia sobre el suicidio versa sobre el caso de un joven norteamericano, llamado Wilfried Ramsay, quien se quitó la vida por la vergüenza que le ocasionó la cobardía de no batirse a un duelo. De nuevo, los códigos morales de una cultura hacen que aquel que no se acomode a sus normas opte por cegar su vida. Un varón que no haga cosas de varones es un “raro” que no merece aceptación.
La cuarta historia relata el suicidio de una mujer que asedia a un médico para que le practique un parto que le permita salvar la vida de la criatura que lleva en su vientre, porque ella se iba a matar. La mujer somete al doctor a un chantaje, casi que lo responsabiliza de la vida del bebé. O le practica el parto antes que ella se suicide, o el médico se responsabiliza de la muerte del que viene en camino. El doctor no accedió y luego notó en los obituarios que, en efecto, la mujer se quitó la vida. Era familiar de un prestigioso banquero, quien se supone la embarazó. Se suicidó antes que la esposa de su familiar descubriera que el hijo que venía en camino era fruto de una infidelidad. Otra vez la carga moral pasando factura.
La última historia que reconstruye Marx, de los informes de Peuchet, es la de un hombre que decidió suicidarse por perder un trabajo. Fue despedido de la casa del rey y a su edad ya no tendría manera de conseguir el sustento vendiendo su fuerza de trabajo. Prefirió la muerte antes que caer en la impotencia de no poder conseguir el pan.
Como se ve, en conclusión, en este valle de lágrimas, muchas son las causas del suicidio. Van desde la vergüenza, el rechazo al qué dirán, la impotencia al verse cesante, etc. La miseria también juega un papel importante ante esta situación. O sea, las circunstancias concomitantes a una realidad de cosas inhumanas. Para Marx, estos elementos deben ser comprendidos porque develan las situaciones cotidianas que padecen las clases sociales. Es decir, como lo escribió el mismo filósofo de Tréveris, en los escritos de Peuchet se lee mejor la sociedad que en los conceptos abstractos de los “atolondrados socialistas”.
Por último, no es claro si Marx, como por ejemplo Séneca, considerara al suicidio como un acto de libertad: lo que sí es claro es que no niega ni estigmatiza esa circunstancia; la comprende como una consecuencia del mismo estado de cosas, del mismo sistema social. Como para Marx el problema no es religioso ni tiene que ver con el pecado ni compromete al más allá, el suicidio es una opción válida. Quizá sea muy diciente el hecho de que dos de las hijas de Marx, Eleonor y Laura, hayan elegido quitarse la vida. La primera decidió matarse ante un aparente caso de decepción amorosa y Laura, por su parte, se quitó la vida en compañía de su esposo, Paul Lafargue, cuando sintieron que la edad y el tiempo acechaban sus fuerzas vitales. Cabe aclarar que ellas se suicidaron no porque él les haya orientado hacia ese camino, sino que, a lo mejor, como ese problema es desprovisto de todo hado místico, el suicidio pasa a ser visto como un hecho “normal”.
Sin embargo, Marx no considera que el suicidio sea la salida frente a las crisis. En lugar del suicidio es mejor optar por la revolución. Así como en lugar de dedicarse a rezar es mejor organizarse políticamente, lo mismo pasa con el tema del suicidio. Porque, en últimas, aunque el suicidio para Marx es una consecuencia lógica de las penurias compartidas, cuando alguien se suicida no contribuye a modificar las estructuras sociales, las causas, que conducen al suicidio, cosa que sólo la revolución lo hará.
“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio:el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”
Albert Camus
“¿Qué clase de sociedad es ésta, en la que se encuentra en el seno de millones de almas, la más profunda soledad, en la que uno puede tener el deseo inexorable de matarse, sin que nadie pueda presentirlo? Esta sociedad no es una sociedad; como dice Rousseau, es un desierto, poblado porfieras salvajes”.
Marx
[1] Datos extraídos del Observatorio de Salud de Bogotá. Ver: https://saludata.saludcapital.gov.co/osb/index.php/datos-de-salud/salud-mental/suicidio/
[2] Aunque no siempre la filosofía y la economía pierden de vista la cotidianidad.
Bibliografía
Marx, K. (2012). Acerca del suicidio. Buenos Aires: Las Cuarenta.
Marx, K. (2012). Sobre el suicidio. Barcelona: El Viejo Topo.
Fundación dedicada a estudios políticos y sociales.
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