
LOS AFECTOS SON IMPOTENTES SIN LA FUERZA Y LA FUERZA SIN LOS DESEOS NO PERDURA
Nancy De La Hoz
4/9/20257 min read
La teoría del poder, aludiendo a Foucault, permite abordar la gubernamentalidad como una forma de personificación del control sobre individuos y poblaciones directamente coercitivas y otras sutiles que finalmente establecen subjetividades funcionales al mantenimiento de la hegemonía. La idea de gubernamentalidad puede ser formulada como un estatus logrado por el predominio del opresor sobre el débil. La amenaza a este equilibrio es el surgimiento del sujeto rebelde que sería en términos psiquiátricos y psicoanalíticos un sujeto en capacidad de acción, cohesionado en la cooperación y con un sentido de autonomía y goce.
Más allá de la regulación que se puede ejercer desde el poder como lo plantea Foucault existe como lo plantea Nietzsche, bajo el sometimiento del vencido, el deseo de libertad de forma latente, precisamente esto permite entender que se mantenga la confrontación entre dos fuerzas sociales. Esta postura reivindica las luchas populares y la persistente posibilidad de radicalización política o reconstrucción del proyecto revolucionario confrontada exitosamente por el terror como política contrarrevolucionaria.
De una parte, el control sobre el vencido mediante la oferta de una subjetividad alternativa y de otra el ataque a la memoria y al pensar, son violentas, son fragmentadoras, interrumpen la creación de conciencia e identidad que conducen a la necesidad de acción, la inmovilidad es la consecuencia deseada. Esto se corresponde con la experiencia del trauma.
El trauma del dolor causado a un organismo individual o colectivo solo tiene una finalidad positiva, de alertar para la acción. Si fracasa sobre este propósito a largo plazo, puede deprimir la trasmisión del dolor mediante el desmonte de la memoria y el pensar, que termina con insensibilidad, deshumanización y ruptura de la capacidad organizativa individual y colectiva, existen otros efectos psicosomáticos que son el extrañamiento de si y la imposibilidad del placer y el bienestar básicos, que activan la inmunosupresión, causando enfermedad. A todo esto, se somete a la población, la desesperanza, la evitación y la permanencia en la desconexión (individualidad) son logros del temor a largo plazo.
La subjetividad rebelde encarna una transformación que irrumpe en la norma, requiere conciencia y memoria, con la posibilidad de ligar el pasado y el presente que a su vez le brinda posibilidad de cooperación con otros. La superación del miedo, cerrojo a la acción, implica minimización de los efectos traumáticos pasados, que son la evitación y la confusión, ejerciendo una cierta cohesión vital compleja superador de las condiciones de esclavitud mediante la posibilidad de experimentar la necesidad o deseo perentorio, de tal monto que se pueda alojar e identificar el deseo de libertad, conexo al pensar y el pensarse.
Los actores son entonces el amo, el esclavo y sus subjetivaciones, interacciones y transformaciones que conducirían a la aparición del sujeto rebelde. La escena está contenida en una matriz de turbulentos afectos.
El orden burgués, sabedor del potencial organizativo de lo social, reacciona mediante mecanismos de defensa estructurados desde una moral sin ética, que sustituye la reflexión crítica por creencias fanáticas, las cuales implanta como matrices que producen contenidos que asustan, como que el sindicato destruye la empresa, que esta y la propiedad privada son el estado natural de la civilización, etcétera En esta lógica, se instala una narrativa de progreso sustentada en la meritocracia, que además permite la construcción de un 'otro' vulnerable y sacrificable, destinatario del odio y del desprecio. Freud (1915) señala que el violento necesita desvalorizar al objeto para justificar su abandono, mientras conserva un deseo residual que impide su destrucción total. Todo lo anterior es trabajo de la envidia.
II
La envidia es el sentimiento básico del poderoso y conduce a la idealización, la cual solo puede producir ideas fanáticas. El burgués se idealiza a sí mismo, se identifica como trabajador que ha ganado su posición con esfuerzo e inteligencia, y son el pilar del progreso, estas ideas envuelven, pero no transforman, causan un orgullo tanático, mantenido por dispositivos culturales e institucionales. Dialécticamente el esclavo no tiene una subjetividad o deseo propios, se construye sobre la necesidad de rebelión, postergada como objeto aglomerado. El esclavo no es sujeto; su identidad está anulada por la obediencia, y su existencia queda subordinada al goce del patrón. El lazo que une al patrón con el esclavo es la crueldad. Con su resultado de devastación en el vínculo que no permite la liberación, ni los afectos, esta pareja es la necesaria al mantenimiento del capitalismo, entraña la necesidad de dominio. Es una relación al SERVICIO DEL TANATOS.
Este escenario muestra posibilidades de resistencia y evolución, primero por el deseo de libertad del esclavo, del cual está lleno, dada la devastación a que es sometido indefinidamente, y en segundo lugar por su relación con la tarea, cuando ésta, deja de ser la expectativa del patrón.
La tarea devuelve a su realizador, belleza, armonía gratitud que lo reviste, trabajar es ordenar, construir y preservar. Según Stilmam (2010), el amor es el afecto de preservación por excelencia: impulsa, nutre y hace crecer; pero también requiere tolerancia frente a lo desconocido y aceptación de lo que el objeto no es, de aquí nace el odio. El rebelde puede albergar el amor y el odio. El amor es proletario y muy poderoso. Es motivo de envidia pues el Burgués no trabaja, solo tiene expectativas.
III
“La acumulación de vacío de libertad”, del esclavo emerge en identidad como rebelde, cuando conoce la experiencia de cooperación. Ello requiere memoria, pensamiento, y un afecto activador de la acción. El esclavo no puede seguir existiendo porque se hace temible para el amo en tanto necesidad de libertad. El impulso transformacional, requiere una estructura simbólica que dé sentido al pasado traumático y permita su transformación. Freud sostiene que toda huella, incluso la del trauma, puede reorganizarse simbólicamente puede ser dotada de sentido y puede ser compartida. Así, rebelarse se vuelve un acto con dirección, una forma de operar sobre la realidad mediante la observación, el pensamiento y la acción. El vínculo social se configura en la tensión entre someterse o avanzar libremente. En esta relación, el método permite visibilizar los afectos implicados, que no mienten: son la verdad emocional de la experiencia y la memoria.
IV
El concepto de 'recordar para no repetir' —tan central en las luchas colectivas— depende de la simbolización de lo vivido. No basta con enunciar: es preciso vivir el recuerdo, nombrar lo indecible, transformar la herida en sentido. La historia no simbolizada tiende a repetirse, y el horror, cuando no puede narrarse, retorna como trauma. Sin embargo, incluso el vencido puede sostener una energía transformadora al nominar su experiencia y convertirse en metáfora de sí mismo.
En este proceso, los opresores imponen matrices de sentido donde insertan sus propios contenidos, generando una gestación simbólica forzada. Como sugiere Bion (1962), los 'supuestos básicos” impiden el conocimiento, “suplantan el pensamiento genuino, impiden la investigación y legitiman una historia que no se está dispuesto a vivir”. La rebeldía, en cambio, al alojar el deseo de satisfacción mediante la autonomía, puede reinstaurar una ética propia y reorganizar lo social sobre fundamentos alternativos. Esta posibilidad se activa cuando el choque con el pasado genera una turbulencia que desplaza lo anterior y da lugar a nuevos sujetos. Así, surge una oportunidad para la pulsión de vida al servicio de EROS.
V
Los estados emocionales intensos, pueden, imprimirse en la memoria de largo plazo, mediante reacciones neuroendocrinas, que lo facilitan muy rápidamente, los recuerdos aparecen como un destello que se acompañan de un intenso afecto y pasan a la conciencia, pero la mayoría de los eventos emocionales quedan relegados al inconsciente desde donde actúan y llegan a impedir la construcción identitaria, y por lo tanto dan lugar a la repetición, al no tener acceso a todo el potencial afectivo-cognoscitivo de la experiencia emocional no puede resolver ambigüedades, que es la tarea del Sistema Nervioso Central, no pueden integrarse a la conciencia, así tampoco la memoria logra integrarse, no se logra conciencia.
La búsqueda de sentido empieza cuando ocurre un evento disruptor. Esta búsqueda implica imponer orden a lo que se percibe, a las memorias dispersas, pudiendo reconocer la necesidad de acción, este proceso se coagula cuando se torna en escena, en una narrativa, en el ámbito de las relaciones sociales ya que siempre requiere de la articulación con otros.
Esas articulaciones son de tipo histórico, (memoria de los vencidos que relampaguea en un instante de peligro), y también se articulan al presente a través de la construcción identitaria. que implica narración de lo otro y lo propio insertos en la realidad histórica.
La subjetividad entonces estará en permanente tensión esclavo-rebelde debe ser apropiada para que pueda quedarse en la conciencia, esta apropiación es colectiva sedimentada a través de la vida social, solo así es creativa y no solo potencia. Toda memoria incluida la del trauma es una reconstrucción imaginada.
El violento exige adoración, que es sumisión, entrega total para el despojo incondicional del otro, pero hay una gran dependencia del esclavo, por ello cualquier cambio despierta intensas ansiedades de destrucción, y periódicamente parte del aparato de gobierno y poder “pierde la razón” dejando libre la pulsión de muerte, la realización del genocidio hace al cesar la amenaza que permite reorganiza el poder en los mismos términos de arrogancia (Freud 1915) menciona este estado mental, como propio del poder totalitario hostil al conocimiento, su objetivo es la autovaloración y el dominio.
El rebelde no es un sujeto sin miedo, el miedo al servicio de la conservación de la vida lleva a conductas favorecen y fortalecen la cohesión, solidifica la vincularidad y la confianza, permite pensar incluso el daño y la reparación, y ha permitido sobrevivir a la terrible defusión agresiva encarnada en los sucesivos genocidios que vienen a ser una forma psicótica de conservar el mundo sin los cambios necesarios a la conservación de la vida.


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